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El programa de asesinato de EE.UU. en Colombia

El 21 de diciembre de 2013, el Washington Post publicó un artículo titulado, "La acción encubierta en Colombia", sobre el papel íntimo y crítico de la CIA y de la NSA para ayudar a asesinar a "al menos dos docenas" de líderes de la guerrilla colombiana de las FARC desde "principios de 2000" y hasta la actualidad.

La historia se basa en "entrevistas con más de 30 ex y actuales funcionarios estadounidenses y colombianos".

Si bien la historia del Washington Post parece una publicidad para la CIA y la NSA, hay algunas verdades escondidas en su interior. La declaración más esclarecedora es que mientras que la CIA y la NSA, supuestamente en aras de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, han ayudado al gobierno colombiano a capturar y asesinar a guerrilleros marxistas de las FARC con bombas inteligentes de fabricación estadounidense, «en su  mayor parte, dejaron a los grupos paramilitares violentos solos.»

 

Esto es importante, porque como el artículo en sí reconoce, los paramilitares son de hecho » violentos», y , con la ayuda de los militares colombianos respaldados por Estados Unidos, han participado en una campaña que ha durado décadas de terror contra la población civil. Mientras tanto, es bien aceptado que tanto los paramilitares colombianos como sus aliados militares son los principales traficantes de drogas en su propio derecho.

 

En pocas palabras, EE.UU. se está alineando con los terroristas conocidos y traficantes de drogas en Colombia, en nombre de la lucha contra el terrorismo y las drogas. Si bien esto puede parecer absurdo, en efecto, hay una lógica en ello.

 

En primer lugar, EE.UU. actúa a favor  del terrorismo en Colombia. Y, en efecto, el terror paramilitar en Colombia y en América Latina en general, es una creación de EE.UU. y una parte esencial de la doctrina de «Seguridad Nacional», iniciada por el presidente Kennedy en 1962. Como Noam Chomsky ha explicado en numerosas ocasiones, esta doctrina, y los escuadrones de la muerte que la acompañaban, se inició en respuesta a la doctrina de la Teología de la Liberación y su «tratamiento preferencial por los pobres», que surgió como respuesta al Concilio Vaticano II.

 

El resultado de la aplicación de la doctrina de «Seguridad Nacional», fue la represión masiva de las fuerzas populares y democráticas, y el asesinato, la desaparición, el encarcelamiento y la tortura de los que luchan por la justicia social, como los sindicalistas, organizadores campesinos y sacerdotes que abogan por los pobres. En cuanto a este último grupo, por lo menos 80 sacerdotes católicos han sido asesinados en Colombia desde 1984.

 

Por lo tanto, hay una política constante desde hace décadas de parte de EE.UU. que se sitúa del lado de los escuadrones de la muerte derechistas que infligen terror contra la población colombiana; terror que incluye el desplazamiento en masa de millones de campesinos, con una Colombia que actualmente tiene el mayor nivel de población interna desplazada en el mundo con más de 5 millones, desapariciones forzadas, y que se encuentra ahora muy por encima del ex líder de América Latina, Argentina bajo la junta militar, con más de 50.000 desaparecidos, y el continuo escándalo de los «falsos positivos» mediante los que el ejército colombiano lleva asesinados entre 3000 y 5000 jóvenes inocentes y luego los hace pasar como guerrilleros para continuar justificando la ayuda militar de EE.UU..

 

Del mismo modo, EE.UU. no está en contra el tráfico de drogas per se, sino más bien, sólo se preocupa de asegurarse de que sus amigos -tanto militares como corporativos- se beneficien del comercio. En primer lugar, como se señaló anteriormente, está bien establecido que el ejército colombiano apoyado por Estados Unidos y sus aliados paramilitares son algunos de los principales traficantes de drogas en Colombia. Y de nuevo, EE.UU. los ha dejado traficar porque están conformes con que estas fuerzas se beneficien del comercio.

 

Además, como The Guardian explicó hace poco, todo el sistema bancario occidental está apuntalado por miles de millones de dólares de la droga colombiana. Por lo tanto, no está en los intereses de Estados Unidos el combatir con eficacia las drogas. Y, efectivamente, ha fracasado completamente al respecto a pesar de los más de $ 9 millones de dólares que ha gastado en la ostensible «guerra contra las drogas» en Colombia y la región andina. Por el contrario, en lo que es conocido como el «efecto globo», todo lo que EE.UU. ha logrado hacer es forzar  que el tráfico de drogas salga de Colombia hacia el sur a lugares como Perú , y hacia el norte de México, donde más de 60.000 personas inocentes han sido asesinadas en la ostensible «guerra contra las drogas.»

 

Por supuesto, la historia del Washington Post sobre el programa de la CIA / NSA para asesinar a líderes de las FARC no señala nada de esto. Como se indicó anteriormente, la historia del Washington Post se lee como un anuncio a favor de la CIA y de la NSA, y de sus programas secretos de «operaciones encubiertas» financiados por el Congreso, pero sobre los que el público de EE.UU. sabe poco o nada. Y al gobierno de EE.UU. le gustaría en gran parte que siga siendo así . En este caso, sospecho que la CIA y la NSA cooperaron con la historia del Washington Post para justificar la financiación de futuras «operaciones encubiertas», así como para afectar las negociaciones de paz en curso, que ahora se están llevando a cabo en La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC.

 

Sobre este último tema, es mi creencia que, ciertos los sectores del gobierno de EE.UU. quieren interrumpir las conversaciones de paz como lo han hecho tantas veces antes, mediante el fortalecimiento de estas fuerzas en Colombia que se oponen al proceso de paz: en particular, el ex presidente Álvaro Uribe, sus aliados y los grupos paramilitares de derecha que EE.UU. ha dejado actuar. El artículo del Washington Post parece servir a este propósito mediante la promoción de la ilusión de que la guerra en Colombia es ganable militarmente por el ejército colombiano, al menos con el apoyo de EE.UU. Sin embargo, ahora que entramos en el 50 aniversario de la guerra civil colombiana, ningún ser racional puede mantener la ficción de una victoria militar, y desde luego, el pueblo colombiano, que ha sufrido lo suficiente por este conflicto, no puede seguir soportando la peor parte de la búsqueda de ambos lados de esta ilusión.

 

EE.UU., por lo tanto, en lugar de centrarse en una estrategia militar que lo pone objetivamente en el bando de los paramilitares colombianos, debería, en cambio apoyar a esas almas valientes en Colombia que están luchando por la paz, poniendo en  riesgo sus propias vidas.