Sociedad

Por Anabel Acevedo

Un referente de las radios comunitarias

Con motivo del 24 aniversario de Radio La Tribu, tuvimos una entrevista exclusiva con uno de sus fundadores: Ernesto Lamas. Fue representante argentino y por América Latina de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC). Hoy es Director de Capacitación y Promoción de la Defensoría del Público.

Lo que empezó como una idea de un programa de radio para los estudiantes universitarios, con el tiempo, se convirtió en una Asociación Civil con un bar, biblioteca, talleres y capacitaciones.   ¿Cómos surgió FM La Tribu?  La radio nació el 19 de junio de 1989. Yo era militante de un frente estudiantil de izquierda de la facultad, que se llama Santiago Pampillón. Ganamos las elecciones a fin del año 88, fui presidente del centro de Comunicación de la UBA. Una de las cosas que planteábamos en nuestra campaña era promover las radios comunitarias. Estábamos en un momento que había una explosión de radios comunitarias en el país. Después de lo que había sido la primavera democrática, los primeros años del gobierno radical de Alfonsín. Había un estado de cierto escepticismo y decepción por lo que podía ser la democracia y lo que estaba siendo. Porque se habían dado las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final, la economía estaba entregada otra vez y los partidos políticos no daban respuesta a la militancia. Entonces, aparecieron medios comunitarios como una alternativa a la militancia, no partidarios, sino de una acción política vinculada con la comunicación que empezaba a ser un tema importante. La discusión de la importancia del sentido, de tener voz pública, de expresar ideas, de presentar alternativas culturales; no solamente políticas, de defender la cultura y la música que nos gustaba. Entre el 87 y el 90, surgieron más de tres mil radios, muchas de ellas con características comunitarias, fuera de la legalidad porque regía la ley de la dictadura. Empezamos a averiguar las condiciones para poner una radio y buscamos el barrio de mayor densidad de estudiantes. Primero, era una idea con algunas líneas de trabajo que pensábamos que tenía que tener la radio, pero también teníamos un alto grado de inexperiencia porque la edad que teníamos era en promedio de 20 o 21 años. Sabíamos que tenía que ser una FM, porque era barato, y comenzamos con un equipo de FM de 16 W. En ese momento llegaba al 80 % de la ciudad, que es lo que hoy llega, pero con 10 mil W. Empezamos a hacer fiestas para juntar plata para los equipos y el alquiler. Pedimos dinero al centro de estudiantes, a la fuerza política del centro Pampillón. Alquilamos un departamento en la calle Gascón sin decir que iba a ser una radio, dijimos que íbamos a dar un taller. Éramos un equipo de 20 personas de Comunicación, Sociología y de otras carreras de la UBA. Empezamos a transmitir pocas horas a la noche, de lunes a viernes de 20 a 24. Nosotros decíamos que era una radio para estudiantes; de hecho, el primer lema era: “La Tribu, la radio de los estudiantes”, pensamos que tenía que ser de los estudiantes de la UBA, todos los que participábamos éramos estudiantes universitarios.

  ¿Cómo eran los contenidos de los programas? Todo el contenido tenía que ver con la comunidad estudiantil. Los programas tenían distintas temáticas, había noticieros y programas de música. Era de los estudiantes, no porque se hablase de las novedades de la UBA, pero sí desde la parte activa del estudiante universitario. Pero nos empezó a pasar que los que más escuchaban la radio eran los de la comunidad más cercana, a pesar del alcance y de la campaña que habíamos hecho en todas las carreras. La bola se empezó a correr en Almagro, Villa Crespo y Caballito, y empezamos a caminar los barrios, a buscar publicidad, a pegar cartelitos, a hacer grafitis. No dábamos la dirección porque éramos clandestinos, no teníamos permiso. Empezaron a llamarnos al 892106 (todavía me acuerdo). Sin quererlo, habíamos marcado un comienzo con una artística bastante provocativa y con una música que no pasaban las otras radios, como Los Redonditos de Ricota, Sumo, bandas que nos gustaban a nosotros. No hicimos una encuesta de mercado para ver qué tenía que sonar, eran todos discos que cada uno tenía en la casa.

  Cuando se mudan a la calle Lambaré comienza otra historia… Empezó otra parte de la historia: la de dar la cara, ampliar la programación, abrirse a otras estéticas, de buscar programas vinculados con la comunidad. Y también, una etapa en la que empezamos a pensar la radio como un espacio profesional, en lugar de un proyecto político. En el sentido de transformarlo en una empresa, sin fin de lucro, con características cooperativas, pero que nos diese trabajo, que pagara salario, que fuera una salida profesional para aquellos que estudiaran Comunicación. Habíamos creado la radio pensando que ese podía ser un espacio de proyección profesional. Con el tiempo eso se fue logrando: la radio empezó a tener una incidencia, comenzó a ser escuchada, a ser conocida. Siempre fue más conocida que escuchada, siempre tuvo más fama que la verdadera audiencia. Pero eso fue parte del prestigio que se iba juntando y que permitió que empezara a tener ingresos. Y con eso comenzamos a pensar que éramos un medio de comunicación y que íbamos a dar empleo, a tener periodistas, operadores y personal administrativo.

 ¿Era lo que ustedes esperaban? Teníamos una idea muy teórica. En Comunicación habíamos leído todo, los pocos textos que había en ese momento de comunicación alternativa.

  ¿Por qué te desvinculaste? Yo fui durante 22 años. Primero director de la radio, después director del espacio de “La Tribu” que articulaba la radio con el bar, con el centro cultural, con la biblioteca, con el centro de formación. La casa de Lambaré se hacía más grande, tenía más espacio, íbamos haciendo más cosas: como un auditorio, una escuela de formación de radio y de comunicación. Esto fue fortaleciendo a la radio y dando más trabajo. Otras personas participaban, no solamente al aire podían participar yendo a tomar un curso o un café o ver un recital. Entonces, a los 22 años, fui el presidente de la radio que se convirtió en una Asociación Civil. ¡22 años! de mi vida estuvieron ahí adentro. Esa es la principal razón por la cual hace dos años me fui. Porque hay etapas en la vida y porque yo preferí en ese momento tomar la decisión de mi salida, y no que llegue el momento que, por decantación alternativa, me tuviera que ir.

¿Sos consciente de lo que ayudaste a crear y a lograr con La Tribu? Era algo que no esperaba. Me alegra que haya personas jóvenes que estén pensando en tomar a La Tribu como un proyecto de estudio. Ahora, a los 25 años de la radio, un cuarto de siglo, lo podemos analizar. Me gusta que haya preguntas que me hagan pensar: “¿Qué es esto de La Tribu? ¿Qué fue?”.

  ¿A qué te dedicas ahora? La Tribu nos abrió también un mundo a las redes de radios comunitarias y ahí, como decidimos crecer en otras iniciativas adentro del proyecto, decidimos salir hacia afuera y relacionarnos con la radio. Pensando que si uno quiere transformar la comunicación no lo puede hacer solo, tiene que hacerlo asociado con otros que hagan algo parecido. Así fue como repetimos en redes, tanto a nivel nacional como internacional. En una en la que participamos mucho fue la AMARC, en donde yo fui presidente de América Latina y después fui coordinador para América Latina; primero tuve un cargo político y después uno asalariado. En el 2003 y en el 2011 fui el coordinador de AMARC para América Latina y el Caribe, entonces trabajé mucho en eso que era articular a unas 500 radios de la región en su defensa política y legal, en ayudarlas a conseguir recurso, capacitarlas, darles visibilidad. Coincidió el final del contrato con esa red con mi salida de La Tribu.

Desde fines de 2012 estoy trabajando en la Defensoría del Público, organismo creado por la Ley de servicios de comunicación audiovisual, en el área de Capacitación. El objetivo del área es ampliar el conocimiento sobre el derecho humano a la comunicación y acompañar para fortalecer las prácticas de comunicación democrática que existen en los medios audiovisuales de todo el país y de los tres sectores (privado comercial, comunitarios y públicos), prestando especial atención a quienes más necesitan de apoyo.  ¿Cómo ves al país hoy? Es un momento de balances porque estamos en 10 años del kirchnerismo, yo lo veo muy bien. Hay una conflictividad social en algunos puntos o tensiones entre la gestión del Estado y ciertos sectores que tienen intereses, que los ven tocados y estaban acostumbrados a tener derecho a picaporte con otros gobiernos e imponer ciertas políticas, tanto a nivel internacional como local; parece que eso ha cambiado mucho. Hay muchos logros importantes: la asignación universal por hijo, el matrimonio igualitario, la ley de servicio universal, la promoción del mercado nacional y el crecimiento del mercado interno, el achicamiento de la deuda externa. También la extensión de la escolarización en todo el país, el aumento enorme del presupuesto educativo que se expresa en las escuelas primarias, secundarias y en la universidad. Otro logo es la participación de jóvenes en la vida política, que algunos los quieren estigmatizar: dicen que son jóvenes oportunistas que lo hacen para conseguir un laburito. Yo veo que hay una militancia muy honesta y de compromiso, haciendo cosas solidarias como fue en La Plata con la inundación. No me puedo imaginar que esos miles de jóvenes que estaban ahí estaban porque son empleados públicos o porque tiene algún tipo de “currito”.