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Sensación de campaña y la política por el piso

Una tormenta de operaciones lanzada contra la quinta de Olivos inauguró un clima de campaña teñido de color amarillo. Dirigentes perdidos en el laberinto que edifican cotidianamente los medios, cualquier bolazo es bueno para tener minutos de protagonismo. En este contexto, y bañados de apatía social, aspirantes al Congreso transitarán su campaña.

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Con su habitual cara de absolutamente nada, Carlos Pagni atravesó hace una semana su odisea en LN+ compilando una serie de operaciones nacidas en portales de divulgación de maniobras de inteligencia, y le dio impulso a un tema que en las redes sociales se intentó instalar -infructuosamente- durante semanas: Visitas recibidas por el Presidente Alberto Fernández durante la pandemia.

 

La campaña empezaba a tomar color amarillo profundo. La oposición buscando el ingreso de mujeres para buscar la mugre suficiente que pudiera postrar cualquier desafío de discutir política, y dirigentes de la fuerza gobernante aprovechando el ruido mediático para ver, si hablando del tema, consiguen cinco o seis minutos de autopromoción desvergonzada.

 

A esta altura de la historia, con una dirigencia política cada día más acostumbrada a opinar de la fecha de vencimiento del yogurt cuando se enciende la luz al abrirse la heladera, no podía esperarse que la campaña transite por el sendero de discutir un modelo de país en cuyo horizonte pueda vislumbrarse la creación de trabajo, la mejora de los salarios, la edificación de sólidos ingresos populares y un acceso relativamente justo a condiciones de vida digna.

 

Algo de todo eso reclamó Cristina Kirchner en el anuncio de las cabeceras de lista. Apenas 72 horas después ya se había pedido la expulsión de tres diputados y la exclusión de una candidata por haber alcanzado status de titular en los medios sus lacerantes opiniones. En simples palabras, como respuesta a la demanda de “discutir política” se empezó a empujar basura para ver si mancha más a los rivales que a los propios.

 

La campaña, planteada en términos de espectáculo, de tendencia en red social, de prime time televisivo o de minuto a minuto en el share, es un auténtico boomerang que amenaza con romperle la cabeza a la fuerza política que encuentra su sustento en la capacidad de representar intereses populares.

 

Sencillamente, porque la política de lanzar acusaciones sobre el otro lado, de contestar agravios con el infantil latiguillo de “ustedes son peores”, transforma el debate en una caja de ruido en el que sólo gritan los aspirantes a un cargo, y dejan afuera a la militancia que se sacrifica intentando edificar representación política y en el pueblo que se aleja de manera presurosa de una dirigencia que no está a la altura de ofrecerle un destino de felicidad.

 

En la política basura, impuesta por las corporaciones de la comunicación como dogma, se gesta la peor amenaza de la crisis profunda de representación política. Lo novedoso en esta certeza, es la capacidad de la dirigencia de suprimir los esfuerzos por edificar una propuesta política que no quede atrapada en la tiranía del marketing o presa en los consejos de los fabricantes de encuestas.

 

La campaña oficial comenzará cuando esta editorial esté encabezando la edición de esta semana. El 8 de agosto los spots de campaña con gastos millonarios, guiones berretas, slogans vacíos y carentes de política, comenzarán a ocupar los lugares gratuitos y pagos cedidos por los canales de televisión. Los afiches con muchas caras y pocas propuestas inundarán las paredes, y las pintadas lanzarán apellidos y nada de ideología.

 

Hay que levantar la política que anda por el piso, para acercársela a un Pueblo al que no podemos reclamarle que se arrodille para agarrarla.

¿Alcanza o no alcanza?

Apenas superado el confinamiento tras su retorno de Perú, país que visitó para concurrir a la esperanzadora asunción presidencial de Pedro Castillo, el Presidente Alberto Fernández intentó transmitir un mensaje esperanzador.

 

Ayer por la tarde, Alberto repasó la exitosa campaña de vacunación e intentó transmitir un mensaje alejado de las preocupaciones que atraviesan otros países con el avance de la variante Delta. Anunció el levantamiento de restricciones. “Agosto de las segundas dosis”, “Retorno a la esperanza”, “Tres etapas de aperturas hacia la normalidad” fueron las máximas que Carla Vizzotti, Santiago Cafiero y el propio Alberto Fernández intentaron esbozar para dar contexto al clima de campaña en el que se transitará la pandemia.

 

Argentina se encuentra entre los 20 países con más vacunas aplicadas, y así como los datos son datos, también está entre los cinco países con más contagios por cada 100 mil habitantes y entre los primeros quince con más muertes por millón de habitantes, acercándose peligrosamente al tantas veces mencionado Brasil. Con estas cifras, y la amenaza de la circulación comunitaria de la variante Delta, no hay dudas que el tono del abordaje de la pandemia pasaría por el temor a las restricciones que a la esperanza de la apertura. Pero la campaña logró adecuar el lenguaje de gobierno con la realidad efectiva.

 

¿Alcanzará la promesa de apertura de estadios para los hinchas durante el mes de las PASO para modificar el humor social o las entradas restringidas profundizarán las postales de privilegios y desigualdades? ¿Alcanzará la apertura de espectáculos culturales o evidenciará también las desigualdades en el acceso al derecho al ocio? El tiempo logrará responder algunos interrogantes, el dilema es si llegan a orbitar entre las expectativas que empujan la voluntad política de los votantes.

 

En el mientras tanto, las preocupaciones de la pandemia, seguirán transitando por esas postales cotidianas de una desigualdad que resulta insoportable.

 

Pobre San Cayetano

Es 7 de agosto y San Cayetano se clava en el calendario popular que le acerca un pedido al Santo patrono del pan y del trabajo. Son tiempos de mucha demanda para el pobre San Cayetano.

 

Si bien el mensaje esperanzador de la recuperación económica post pandemia inundará la campaña electoral, no existe indicador oficial que pueda marcar que la recuperación de la economía de las empresas se refleje en un crecimiento sostenido del trabajo. Tampoco se registra, ni en la realidad ni en las estadísticas, indicador que permita observar que el pan se encuentra más cerca del bolsillo por mejora sustancial en los salarios o los ingresos.

 

Para peor, la búsqueda apenas se limita a intentar empatar con la inflación, como lo marca el festejo de las paritarias que quedarán apenas cerca de las proyecciones estadísticas inflacionarias o bien el acelere en la aplicación de incrementos en el salario mínimo, vital y móvil que no puede dar cuenta de vocación de triunfo sobre el aumento de la canasta básica.

 

Será clave que la campaña se nutra de propuestas que ofrezcan respuestas en este sentido.

 

Hay clima de campaña. Falta la política.