Opinión

Por Gerardo Codina

Sin verdaderas sorpresas

Los cierres de listas suelen deparar sorpresas. Aunque sean anunciadas. Esta vez no fue la excepción. Hubo algunas novedades para el cotillón periodístico. Pero corroboró lo más importante...

En las primarias de agosto y las elecciones generales de octubre de este año se definen en gran medida los alineamientos de las principales fuerzas políticas nacionales con vistas al recambio presidencial de 2015. Lo que está en juego no es tanto quién resulta electo a fin de año, si no con qué fortalezas o debilidades afronta cada sector la batalla decisiva dentro de dos años.

 

En ese sentido, el kirchnerismo revalidó su condición de principal fuerza nacional. Logro notable después de diez años y monedas gestionando una sociedad repleta de conflictos, tensiones y lastimaduras a flor de piel, producto de largas décadas de neoliberalismo salvaje, destrucción de las capacidades nacionales y de retrocesos en materia de justicia social.

 

Cada vez más pacificada por la acción reparadora del gobierno, esta sociedad pudo soportar la pérdida del liderazgo renovador de Néstor Kirchner. Cristina Fernández asumió la doble responsabilidad de conducir el estado y su movimiento político. En poco tiempo ella pudo galvanizarlo en torno de su conducción y sumarle organicidad y movilización. Hoy es la única fuerza política nacional significativa, con un liderazgo indiscutido, sustentos institucionales sólidos y anclajes territoriales y sociales diversificados.

 

Del otro lado, no hay nada parecido. Por otro lado, es claro que el kirchnerismo no confronta con una oposición, sino con varias, que disputan entre sí para asegurar su predominio sobre las otras fracciones que intentan conjugar.

 

En principio, por derecha y más próximo a los restos menemistas, emerge la construcción del macrismo, con presencia en la Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe y algo más. Deberá revalidar sus títulos amenazados por la emergencia de una reedición de la alianza progresista liberal entre los porteños y por el refuerzo del peronismo en Santa Fe de la mano de Jorge Obeid.

 

En cualquier caso, ya le marcaron la cancha los líderes sobrevivientes del llamado peronismo “disidente”. El fracaso de Lavagna expresó ese tironeo que no muestra a nadie manso para uncirse en el yugo del ex dirigente de Boca Juniors. Así las cosas, no pudo consolidar lo poco que había juntado en la provincia de Buenos Aires y menos ponerle condiciones al emergente Massa.

 

La vitalidad del kirchnerismo es tanta que muchos de los principales exponentes de la actual oposición surgieron de su gobierno. Nombres que expresaron en su momento alianzas tácticas del kirchnerismo que, al contrario de lo que le endilgan, sabe elegir los contrincantes y los momentos de confrontación.

 

Massa siempre estuvo a la derecha de las líneas centrales de la transformación impresa a la sociedad argentina, cultivando su imagen de buen administrador, atento a la agenda de los sectores más acomodados que reclaman seguridad sobre todas las cosas, porque tienen bienes que perder. Hoy se lanza a las aguas turbulentas de la política nacional porque percibe que hay un vacío de representación que no logra llenar Macri y trata de sumar de todos lados, sin confrontar abiertamente con Cristina Fernández. La tarea de Insaurralde, candidato bonaerense del kirchnerismo, será marcar sus inconsistencias.

 

Si Macri no tiene pupilos que puedan  agrandar su capital con eventuales éxitos, un hipotético triunfo de la pareja ocasional de Solanas y Carrió, en cambio, le empioja el armado a Binner. Paradojas de la política, al conductor del FAP (Frente Amplio Progresista), casi desaparecido en la polvareda de los cierres electorales, lo consolida más en su pretensión de candidatearse para la presidencial, una derrota de sus aliados porteños. Claro que deberá aprobar primero en su pago. ¿Podrá? Octubre puede significar el final de los sueños del socialismo santafesino.

 

Córdoba es asunto aparte. Tan aparte que corre el riesgo de no pesar en la política nacional. De la Sota podrá revalidar su predominio local, pero sólo le alcanzará para negociar con cualquier liderazgo emergente que produzca el menemismo residual. Pero quedan pocos tiros en esa cartuchera. El desflecamiento actual de lo que intentaron armar lo muestra. Moyano, Venegas, De Narváez y Lavagna juntaron en un par de meses todos los fracasos imaginables, reforzando la soledad del cordobesismo.

 

La otra fuerza nacional existente, el radicalismo, vive horas de desnutrición extrema y fuertes tendencias disgregacionistas, que por momentos lo constituyen en una federación de partidos provinciales, disponible para proyectos contradictorios. Ningún liderazgo lo conduce y todos sus aspirantes deberán primero verificar sus capacidades locales, para luego probar suerte con la proyección nacional. 

Esa pobreza explica que pueda imaginar algún retorno un personaje gris como Cobos o que todavía viva de la memoria de su padre Ricardo Alfonsín.

 

Ajena a la realidad, la gran prensa nacional publicará el 11 de diciembre que el kirchnerismo perdió, porque no habrá sumado otra el 54,5% de los votos nacionales. Pero ellos saben que eso sólo alcanza para engañar pobres espíritus. Cualquiera que conozca la entretela del poder político sabe que el kirchenrismo se alzará con el triunfo, revalidando su condición de principal fuerza política nacional. 

 

                                                                                                         Lic. Gerardo Codina