Cultura

Por Andrés Demichelis.

Guía té, hoy el colectivo 128

Guía té es la sección ficcional que nos acerca a la cultura urbana a través de anécdotas inverosímiles (y no tanto) de las costumbres, usos, desusos, hábitos y demás, que recorren el transporte público.

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El 128, durante la guerra fría, fue uno de los pocos colectivos de Buenos Aires que tomó cartas en el asunto. 

El dueño de esta línea solicitó un “telón de acero” para dividir el colectivo en dos zonas. En una viajarían quienes vayan de Valentín Alsina a Boedo, albergando los pasajeros procedentes de Pompeya (según él, en su mayoría rusos), y en el otro lado del colectivo irían quienes viajaran hasta Almagro, o continuando el recorrido (en su mayoría con destino a Plaza Italia, donde tenían su base los occidentales). Este señor era un estratega bélico que, lamentablemente, se había dedicado al transporte público y no al ejército. 

Hubo un intento de cooperación aliada por parte de los colectivos 165 y  44. Pero un día el 128 cambió de recorrido para interceptar pasajeros de aquellas líneas, lo que generó el cese de la alianza y el toque de queda.

A decir verdad, la ciudad no albergaba ni comunistas ni búnker capitalista pero, como el dueño así lo creía, se concedió el muro a los colectivos y se prohibió la conexión entre los pasajeros. 

Un día, el 128 dejó de cruzar Independencia. Al llegar a aquella avenida el colectivo frenaba y pegaba la vuelta. Los pasajeros que iban hacia Plaza Italia no podían llegar. Algunos se bajaban y corrían, pero al cruzar Independencia los choferes que hacían guardia en torres apostadas en los márgenes de la avenida, los atrapaban y los metían en un 128 que regresaba a Valentín Alsina.

Al finalizar la Guerra Fría la empresa fue intervenida y sus choferes se exiliaron. El día de hoy, cada vez que los agarra una barrera de tren baja, un piquete o una salida de cancha los choferes del 128 se asoman a la ventanilla y gritan: ¡Dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo!