Opinión

Por Pablo Tonelli, economista.

Saldo de un difícil primer trimestre

El primer trimestre del 2014 fue uno de los más agitados de la década. U$ 2800 millones de sangría en enero y en esa coyuntura se devaluó un 23 % y la cifra de modificación del tipo de cambio comparada con el primer mes del año anterior superó al 60 %.

Se produjo un ajuste. Devaluación, elevación de la tasa de interés, crecimiento de la base monetaria por debajo de la inflación. Ajuste inevitable como estrategia de salida del cepo cambiario.

El primer trimestre del 2014 fue uno de los más agitados de la década. El año 2013 concluyó con un crecimiento del 3 % del PBI según la nueva medición, provisoria del INDEC, pero en medio de un escenario turbulento signado por la pérdida de U$S 12.700 millones de Reservas, aún bajo un régimen de estricto control de cambios, a lo que se sumaron U$ 2800 millones de sangría adicionales en enero. En esa coyuntura se devaluó un 23 %  y la cifra de modificación del tipo de cambio comparada con el primer mes del  año anterior superó al 60 %.

El desafío para el equipo económico fue estabilizar las variables descontroladas y diferir en el tiempo el pasaje de la devaluación a precios, evitando una puja de estos y los salarios que se espiralizara. En el intento de lograrlo el Gobierno trabajó activamente sobre las expectativas de evolución del tipo de cambio, sobre la tasa de interés interna, el financiamiento del déficit fiscal con emisión monetaria y sobre la marcha de los precios, particularmente sobre los que afectan al consumo popular con el Plan de Precios Cuidados e intentando que una tasa de inflación alta, medida con el nuevo Índice de Precios Nacional, con un fuerte componente inercial, se moderara y tendiera a la baja, para ser una señal para la discusión paritaria. A su vez se logró un acuerdo de pago a Repsol, clave para futuras inversiones en el sector energía y se avanzó en la normalización de las relaciones con el Club de París, vital para inversiones en infraestructura básica de gran envergadura.

En relación con la economía real los datos, aún parciales, sobre la actividad económica muestran un comportamiento de desaceleración y retroceso. El EMAE (Estimador Mensual de la Actividad Económica, Indec) registra en su último dato conocido una variación positiva de 1,2% contra el año anterior, el EMI (Estimador Mensual de la Actividad Industrial, Indec) refleja una caída para la variación acumulada del primer bimestre (enero-febrero) del  1,8 % en su versión desestacionalizada y el ISAC (Indicador Sintético de la Actividad de Construcción, Indec)  refleja una caída del 5,2% en su versión desestacionalizada en relación con febrero del año anterior. El ciclo económico medido por el indicador de tendencia-ciclo del ISAC también experimentó una variación negativa del 0,9 %. Los datos de la evolución de ventas de los supermercados a precios constantes medida por la Encuesta de Supermercados de INDEC indican una caída del 20,6 % en enero en relación a diciembre de 2013 y del 9, 6 % en febrero en relación con enero de este año.

Veamos el escenario en todos sus matices, la foto y la película, como le gusta decir a los periodistas.

Al inicio del año el problema de la restricción externa, es decir la insuficiencia de la economía argentina para generar las divisas que financien un desarrollo integrado en el largo plazo se había agudizado. El problema ya era evidente en el año 2011, lo que llevó al cepo cambiario, ya que  que los dólares comerciales que se generan por las exportaciones eran insuficientes para sostener los pagos de  importaciones industriales, con fuerte déficit en el sector automotriz y del Régimen de Tierra del Fuego, las compras de energía y el creciente pago de servicios turísticos. A su vez del déficit energético llevó al déficit fiscal porque se subsidiaba en pesos las tarifas y se importaba combustible en dólares. El déficit fue financiado con emisión monetaria, lo que agravó el irresuelto problema inflacionario, poniendo un piso alto a la inflación inercial de origen multicausal.

La Argentina es una economía atrasada (en términos tecnológicos) y dependiente (de los flujos financieros, de los precios internacionales de la difusión y aplicación del conocimiento, por citar ejemplos contundentes). Su grado de libertad oscila con las coyunturas internacionales y locales. La sostenida expansión interna en un contexto de creciente insuficiencia de divisas fue angostando ese grado de libertad hasta llegar a un acelerado deterioro macroeconómico, cuya dinámica se torno insostenible a principios de año, porque de continuar hubiera agotado las reservas y precipitado una grave crisis.

Se produjo un ajuste. Devaluación, elevación de la tasa de interés, crecimiento de la base monetaria por debajo de la inflación. Ajuste inevitable como estrategia de salida del cepo cambiario.

El Gobierno ha logrado sostener un tipo de cambio oficial (en torno a los ocho pesos) y ha conseguido que las expectativas de una mayor devaluación, de aquí a fin de año, están por debajo de la tasa de interés presente y de la tasa de interés implícita que permite al productor adquirir divisas en el ROFEX, que son vendidas por el BCRA. Su apuesta es que adicionalmente la inflación, aún en niveles altos, se desacelere de los niveles de enero y febrero, que asumen el impacto de la devaluación ampliando la política de Precios Cuidados (que no es un congelamiento) y que la brecha entre el tipo de cambio oficial y los alternativos (contado con liqui, dólar MEP, paralelo)  tienda a ir convergiendo paulatinamente. La brecha bajo de casi un 100% en enero a un promedio del 25 % en la actualidad. Adicionalmente ha incrementado el precio del uso de la energía de uso residencial (con muy graves desfasajes en el Área Metropolitana) con subas a las boletas de gas y electricidad, que a su vez inducen en el tiempo a racionar su uso, lo que también implica reducir el déficit energético de importaciones (Ramiro Castiñeira  de Econométrica lo estima en una reducción estimada del 15 %), así como reducir el déficit fiscal energético en un 30 % aproximadamente.

En términos de la “foto”, la estrategia ha sido contundentemente exitosa el primer trimestre de este año. En términos de la “película” ha logrado revertir las expectativas virulentamente negativas del sector empresario, a pesar de la caída heterogénea de la actividad económica. Como toda estrategia, no es sin costos, los más importantes se vinculan con la caída del salario real y con la abultada emisión de deuda en pesos por el BCRA.

La caída del consumo, reflejada por el indicador de ventas en supermercados del INDEC, reflejan la licuación del salario real que surge de la existencia de salarios viejos (antes de paritarias) con precios nuevos, impactados por la devaluación. La estrategia de precios cuidados, ahora ampliada considerablemente, apunta a una tendencia bajista de los precios de la canasta alimentaria y de consumo masivo. Seguramente en marzo tendremos índices menores a los registrados en el primer bimestre. La eliminación de los subsidios a las tarifas energéticas, si bien repercute más en términos absolutos en los sectores de mayores ingresos, agrega un componente adicional al registro de la inflación. Si, tomando los datos de Ramiro Castiñeira un alza del 100 % de tarifas repercute en un 2, 50 % de inflación, coincido con él en que el IPC nacional rondará este año en el 33 %. Con paritarias cerradas en torno al 30 % o menos, es importante la estrategia que finalmente se adopte con el ajuste del Monto Mínimo no Imponible. Mi opinión es que debería eliminarse para todas las categorías excepto las dos más altas, que perciben los ejecutivos y empresarios bajo la forma de salarios. Se trata de mitigar los efectos del ajuste en la gran masa de asalariados, objetivo que no persiguen los planes de ajuste tradicionales. Cuidadosamente digo mitigar porque el objetivo realista no puede ser otro.

En relación al segundo costo, adelantaré mi opinión de que es inevitable. El BCRA ha venido absorbiendo pesos del mercado en forma agresiva, a un ritmo muy alto, con el objetivo de hacer creíble la política cambiaria y el valor del dólar actual, ofreciendo una tasa de interés en pesos, por debajo de la inflación esperada pero por encima de la devaluación también esperada. Es cierto como afirma la consultora Elypsis que el BCRA se ha endeudado en LEBAC y NOBAC por un monto casi equivalente al déficit primario anual, unos 54 millones de pesos  en el primer trimestre del año y que como sostiene la consultora abeceb si “el BCRA quiere sostener un ritmo de crecimiento interanual de la base monetaria en torno al 20 % deberá esterilizar cerca de 158.000 millones de pesos los próximos meses (contando con adquirir U$S 5.000 millones de la cosecha). El pagar una alta tasa en pesos para esterilizarlos implica el famoso déficit-cuasi fiscal en las cuentas de la autoridad monetaria.

Asumiendo la ausencia de financiamiento externo, excepto algún ingreso de YPF o petroleras, con un nivel de actividad congelado y con un Plan de Estabilización de las variables en marcha que el BCRA emita deuda interna en pesos es una alternativa inevitable en términos rigurosamente prácticos de política económica. Por otro lado la emisión centrada en comprar divisas fortalece la capacidad futura del BCRA de hacer frente a la demanda por atesoramiento, de reclamar la divisa en que se vuelca el excedente, del mismo modo el nivel de actividad puede despegar sobre fines de año o principios del año próximo, (esto se verá) con lo cual la demanda de dinero crecerá y la autoridad monetaria podrá ir devolviendo al mercado los pesos retirados de circulación vía endeudamiento.   No estamos en los ochenta, creo que los costos bien valen los beneficios. Por supuesto, como en todo, no se puede ignorarlos. 

Por Pablo Tonelli, economista.