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Trasladar la Capital y transformar la sociedad

La capitalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 es contemporánea del origen de un modelo productivo y de desarrollo sustentado en el predominio del capital externo y la concentración de la gran propiedad terrateniente.

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La capitalización de la Ciudad de Buenos Aires en 1880 es contemporánea del origen de un modelo productivo y de desarrollo sustentado en el predominio del capital externo y la concentración de la gran propiedad terrateniente.

Se alude al modelo agroexportador sustentado en el poder territorial de la oligarquía y las inversiones externas, especialmente inglesas en ferrocarriles, frigoríficos y la banca.

Se trata de un proceso desplegado por medio siglo hasta la industrialización sustitutiva de importaciones en la década de 1920/30, que trajo cambios económicos, culturales, sociales y políticos y que, sin embargo, sobre la base de recurrentes golpes entre 1930 y 1976 se disputó el sostenimiento en el bloque de poder de aquellos sujetos hegemónicos en el modelo oligárquico agro exportador. A ese bloque se incorporó una burguesía local, incluso con la pretensión de un imposible “capitalismo nacional”.

El intento transformador presente en las luchas populares, con horizonte por el socialismo, de fines de los sesenta y comienzos de los setenta habilitó como respuesta represiva el último recurso restaurador a mano de la dictadura genocida (1976-1983), y con ello a potenciar un proceso aún presente en la Argentina, de carácter des-igualador en las condiciones socioeconómicos, con profundización de la dependencia y subordinación a la transnacionalización económica.

De ese origen dictatorial es el legado actual resultante de sucesivas y reaccionarias reformas de la relación entre el capital y el trabajo, incluidas como “novedosas propuestas” en todo programa actual de restauración de un imaginario de expansión de las relaciones capitalistas en el país. Del mismo modo ocurrieron las sucesivas invocaciones a profundizar las mutaciones en la función del Estado, inauguradas en los noventa del siglo pasado con las privatizaciones de las empresas públicas, las concesiones (a punto de vencer en materia de energía), las descentralizaciones y las invocaciones a recurrentes achiques del gasto público (social). Ese es el marco de la inserción subordinada de la Argentina en la lógica de la mundialización operada por las políticas hegemónicas de libre mercado, libre cambio o libre competencia, mediadas por los institutos jurídicos de los “tratados de libre comercio” o los “bilaterales en defensa de las inversiones”, todos estimulados por el orden mundial y las instituciones al estilo de la Organización Mundial del Comercio, OMC.

Relocalizar la Capital

En el primer ciclo de vigencia constitucional y ahora, reaparece el tema de la mudanza de la “Capital” del país federal, lo que permite un debate sobre bajo qué condiciones de producción y con qué sujetos desplegar un orden nuevo en la economía, la política, la cultura y la sociedad.

Mucho se debate en la coyuntura sobre los problemas de la crisis local por años, remontando el problema a la dinámica de construcción históricamente desplegada bajo las condiciones de los cambios globales en el marco de la posguerra mundial, es decir, 1945. Se asocia el fenómeno a la emergencia del peronismo, obviando lo mencionado previamente sobre el carácter restaurador del ciclo golpista desde 1930 y sostenido hasta 1976, incluso recreado en este tiempo constitucional en los noventa y más recientemente entre 2015 y 2019. El “liberalismo” acusa al “populismo” de los males argentinos, asumiendo así una campaña ideológica sobre una acusación imprecisa con la nominación “populista”, escamoteando el tema de fondo que es la recomposición del poder concentrado en un núcleo de grandes capitales locales y externos.

Relocalizar la Capital supone discutir el modelo productivo y de desarrollo, es decir, la forma específica de ser capitalista de la Argentina. Vale recuperar un antiguo apotegma que nos remite a “lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer”. Es lo que se discutía en la gran acumulación de poder popular a fines de los 60 y comienzos de los 70. La inspiración de la revolución cubana, incluso la experiencia chilena estaba en el horizonte de la búsqueda de la estrategia de poder del pueblo para la transformación en contra del capitalismo y por el socialismo. Es la dominación en el origen del desarrollo capitalista la que frena cualquier proceso de renovación productiva con impacto cultural, social y político.

La asignatura pendiente como legado de aquel ciclo en la Argentina es transformar el orden capitalista. En rigor, la disputa histórica está en la construcción del sujeto hegemónico en el bloque de poder, lo que supone un imaginario de modelo productivo y de desarrollo en perspectiva. La crisis en curso, en el marco de incertidumbres y debates globales que se procesan a fines del 2021, hace necesario pensar en la construcción de algunas líneas que sustenten mutaciones profundas de la organización productiva en el país. En ese sentido, es bueno recuperar que toda producción tiene base en la Naturaleza y el trabajo humano, en la tierra en toda su dimensión y en la fuerza transformadora del trabajo humano.

El vasto territorio y la baja densidad poblacional, excluida la gran metrópolis que contiene a la actual Ciudad Capital, amerita pensar en desarrollos de varios polos territoriales para una producción y circulación alternativa, que construyan la posibilidad de radicación de la nueva ciudad federal.

Supone ello la relocalización poblacional con acceso a tierras productivas, que organicen el proceso de producción y circulación de manera comunitaria y autogestionaria, con la asistencia financiera, técnica y profesional del sistema universitario y de ciencia y técnica, que articule la producción y circulación de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades socioeconómicos, incluso la posibilidad de planificar la generación de excedentes para la exportación. Apuntamos a una profunda reforma agraria y urbana que revolucione el presente del país.

Imposible pensar ese proceso sin la activa participación pública y un amplio protagonismo de los sujetos involucrados en el diseño y ejecución de la propuesta.

Recursos

Me dirán que se requieren recursos para esa tarea y sí, los mismos pueden surgir de la utilización de parte de las reservas internacionales, las que no deberán utilizarse para cancelar deudas en stock, mucho menos aquellas que según una minuciosa auditoria con participación popular definan el carácter odioso, ilegitimo o ilegal, caso de las que hoy se negocian con el FMI. En simultáneo se requiere un nuevo régimen tributario y financiero que sustente la nueva estrategia de desarrollo productivo.

Esta propuesta de nuevo modelo productivo y de desarrollo a construir socialmente es la base para pensar en nuevas radicaciones de una ciudad Capital del país.

Las reivindicaciones de innumerables sujetos desposeídos por el orden contemporáneo constituyen la base para otorgar corporeidad a las ideas suscitadas, con un horizonte de soberanía alimentaria, energética, financiera que hoy puebla el imaginario social en las disputas cotidianas. El problema es el orden capitalista y es lo que se necesita discutir y disputar, tal como sostienen distintos proyectos que pueblan un imaginario transformador pero desarticulados, sin perspectiva de un horizonte de unidad para la disputa del sentido común por el socialismo.

 

Julio C. Gambina. Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor Titular de Economía Política de la UNR. Integra la Junta Directiva de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.