Opinión

Por Pablo Tonelli, economista

Hipótesis apocalíptivas y escenarios de inflación.

La experiencia histórica nacional demuestra que el éxito de una devaluación como la que tuvo lugar en enero se define en el tiempo en que la misma tarda en traducirse en incrementos de los precios internos, es decir en la tasa de inflación.

Todas las hipótesis que sostienen que la inflación interna anula la devaluación y la Argentina entra en una espiral devaluación, incremento de los precios, alza de la tasa de interés toman como referencia directa el Rodrigazo.

Para que no queden dudas defino éxito a que el incremento del tipo de cambio sea inferior a la evolución de los precios locales. Lo voy a precisar, la devaluación enero del 2013 contra enero del 2012 es de aproximadamente el 63 %,  tomado año contra año, independientemente de su aceleración a mediados de dicho mes en un 23 %.  El ritmo presente de los precios, tomemos hasta junio, en que culmina la liquidación del grueso de la cosecha de soja y adicionalmente de maíz (y marginalmente trigo y otros cereales) debería evolucionar en torno a la mitad de ese porcentaje, un 30 % anualizado digamos y hasta fin de año acompañar sin dispararse el ritmo de devaluación adicional previsible o probable de un 20 % adicional. Esto, bajo el supuesto que la política económica es un arte del manejo de las variables de la realidad y no está previamente inscripta en ninguna prescripción científica, más allá de las diferentes posiciones teóricas y de la existencia de leyes económicas que cualquier voluntad política no puede formatear estructuralmente. “En la cancha se ven los pingos” como dice la sabiduría popular.   

Reitero: éxito es entonces una devaluación que supere a los precios internos, tomado en conjunto la que ya se ha producido y los ajustes del tipo de cambio que puedan tener lugar hasta diciembre. A mi juicio, este es un escenario posible, no dado, no necesario, no “cerrado”, sino con un grado mayor de probabilidad que los escenarios de descontrol de las variables monetarias, cambiarias y de precios.

Veamos esto en detalle. Quienes suponen que los precios internos se desbocan, toman la saludable publicación del nuevo IPC nacional, que, por fin, transparenta los indicadores públicos, como un dato que no se modifica. Es decir un 3,70 % en enero llegaría a más de un 54 % anual de inflación. Seguramente febrero será, en más o en menos, similar a esa medición Marzo es la clave para saber si el impacto de precios internos supera o no el esperable 10 % acumulado del trimestre.

Como he manifestado previamente el pasaje a precios de una devaluación (pass-thorugh, como decimos los economistas) ha sido diferente en cada coyuntura económica de las últimas cuatro décadas.  Siguiendo a Jaime Saiegh, tenemos que en el Rodrigazo el pasaje a precios fue del 83 %, a la salida de la tablita de Martínez de Hoz, del 73 % y tras el abandono de la Convertibilidad en 2002, sólo del 12 %, claro que con destrucción del aparato productivo y desocupación del 25 %.

Todas las hipótesis que sostienen que la inflación interna anula la devaluación y la Argentina entra en una espiral devaluación, incremento de los precios, alza de la tasa de interés toman como referencia directa el Rodrigazo , la salida de la tablita de Martinez de Hoz y el fin del Plan Primavera con la primera hiperinflación.

En esta línea el inefable Domingo Cavallo sostiene que “el mejor de los escenarios  es de una inflación del 40 %, el dólar blue en 22 y el oficial en 15 peso por dólar con una caída del 3 % del PBI en 2014 y del 5 % en 2015. Siendo su “peor escenario” una inflación del 100 % anual, un dólar blue a 50 pesos y un oficial de 25 pesos, ni hablemos de los efectos de un escenario asì sobre los salarios, el empleo y los niveles de pobreza. (Preocupaciones que no creo que estén en el corazón del padre del la Converbilidad) 

La Consultora Economía y Regiones, animada por el actual Presidente del Banco Ciudad, Rogelio Frigerio también proyecta en su escenario “más benigno” una tasa de inflación del 50% y “que el dólar marginal no tiene techo” así como un pasaje de devaluación a precios internos del orden del 90 %.

Podría citar en el mismo sentido a Martìn Losteau y Federico Nilsen, o Aldo Abram, ente otros consultores privados, aunque creo que para muestra basta un botón.

La estrategia oficial es sostener el tipo de cambio en ocho pesos hasta que se produzca el grueso de liquidación de los exportadores, que su estrategia de control de precios, Precios Cuidados, negociaciones sectoriales lleve a un índice de inflación del 2 % anual, entre mayo y junio y que las negociaciones paritarias se adapten a ese nivel. Es decir que el “pass-through” de inflación, anualizado no llege en ese momento a niveles superiores al 60 %, con una tasa de precios implícita anualizada entre el 30/ 35 %, y cercana al 25 % si tomamos el último mes de medición.

Es entonces imposible una estrategia basada en que la inflación no se espiraliza, los exportadores liquidan el grueso de su cosecha (no digo toda) y la actividad económica se estanca sin caídas significativas del empleo pero si del salario real?  Es otro Rodrigazo el ineludible destino de la Argentina?

No se necesita ser psicoanalista para pensar que esos escenarios no son independientes del deseo de sus protagonistas. Yo deseo su éxito., lo que no me lleva a confundir eso que Gramsci decía “entre el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la razón”,

Estamos en un escenario de ajuste. El Plan de estabilización más próximo a los intereses de la clase trabajadora, en 1952, también tuvo como primer efecto una caída del salario real, más allá de los llamados a combatir “el agio y la especulación” y mi viejo corazón peronista. La recuperación fue posterior.

Creo que el primer semestre de la economía argentina en 2014 puede ser manejado por las autoridades económicas sin desmadre de las principales variables macro. Y seguramente el resultado de esta puja tendrá una incidencia fuerte en los formadores de precios y en el poder económico local, cuyas expectativas son adversas, por elegir un término académico suave, a la actual administración.

Con excepción del elenco oficial y mis compañeros vinculados al Gobierno, sean funcionarios o adherentes a este proceso y con la salvedad de Miguel Bein, también un viejo amigo, que piensa que si bien la inflación resultante puede ser alta (la estima en un piso del 33%, coincido) “la misma puede ser estable y permitir el desarrollo de una economía tranquila”, la opinión del establishment económico y sus porosas vinculaciones con la política es otra.  

Como este no es un ejercicio voluntarista, pecado que intento evitar, los riesgos son muchos. El volumen de la cosecha que se liquide a estor precios y que evite presiones adicionales sobre el tipo de cambio es uno, la evolución del dólar “blue” y su capacidad de formar expectativas ligadas a cuantas Reservas puede acumular el BCRA es otro. La posibilidad de cierre de paritarias sin graves conflictos sociales, animados por el activismo sindical de base y las organizaciones sociales de todo signo es otro desafío. El futuro no está escrito. Ni el éxito que deseo ni el retorno de la vieja puja ente salarios, inflación, devaluación y precios, que desea la ortodoxia económica y un sector del poder fáctico. Es una batalla que se define por tramos, el primero, el del verano, fue ganado por el Gobierno, una liquidación medianamente exitosa de la cosecha nos lleva a junio. Como dicen los viejos estrategas, sólo se puede planificar hasta la primer batalla decisiva. El segundo semestre no forma parte de este ejercicio y el resultado del primero incidirá en su desarrollo.  Por Pablo Tonelli, economista