Ciudad

Por Gerardo Codina

Plata a la basura

La Ciudad tira plata a la basura. Mucha. Sólo en la recolección de residuos húmedos se gastan más de 55 millones de pesos por semana. Si, si. Por semana. Todo un número, no? Los funcionarios dicen en broma que se trata del servicio de higiene urbana. Será por eso que nunca estuvo más sucia la ciudad.

Por estos días las empresas interesadas en hacer la tarea presentarán sus ofertas para cada una de las zonas en que se dividió la ciudad. Los nuevos contratos de la basura fueron debatidos con poca suerte el 17 de enero pasado. Ninguna de las 37 observaciones que se le efectuaron en la audiencia pública convoca al efecto (con la mitad de porteños de vacaciones o pensando en irse), tuvo una respuesta positiva de parte del equipo de Santilli. Ni una sola. 

 

No es de extrañar entonces que los pliegos contengan algunas perlas insólitas. Veamos. Se supone que son parte de un “sistema integral de gestión de residuos”. Se contrata a empresas privadas para recolectar los residuos “húmedos” y se subsidia a los cartoneros para fomentar que recolecten los “reciclables”. Para los primeros hay 3000 millones al año y para los segundos, 200. ¿Es insólito? No. Total, ganan plata con lo que juntan de la basura.

 

Otra más. ¿Qué son los “húmedos”? Según la publicidad contenida en la página web del Gobierno, además de los restos orgánicos, por caso restos de comida, los papeles y plásticos sucios, metales y vidrios rotos. ¡Plásticos sucios! Así las cosas, recolectar los residuos orgánicos mezclados con desechos plásticos, asegura que no se puedan utilizar para la generación de compost o de biogás. 

 

¿Un ejemplo? Pañales o toallas femeninas usadas. Húmedos, claro. Pero no son biodegradables. Las empresas recolectoras no los van a separar. Al contrario, compactan todo lo que juntan para recolectar más en cada recorrido. Así, es basura que sólo se puede enterrar o quemar.

 

La incineración está prohibida por la ley 1854 de Basura Cero. Y el enterramiento debía reducirse progresivamente. Entre otras cosas, porque no hay ya lugar en los llamados “rellenos sanitarios” para seguir acumulando desechos, ni nadie quiere tener un basural escondido en el patio de atrás de su casa.

 

Para poder cumplir con la Ley de Basura Cero, no sólo hay que separar adecuadamente en casa lo que tiramos. También se tiene que recolectar de manera que se le pueda dar un uso adecuado a los restos. Mezclados no sirven. Es correcto avanzar en la recolección diferenciada de los materiales reciclables y para eso serán útiles los contenedores específicos. Pero nadie dice que pasará con los restos que no tengan valor económico para los cartoneros. ¿Quedarán en la calle? Y los contenedores de reciclables, ¿quiénes los limpiarán?

 

Volvamos a la basura “húmeda”. ¿Qué harán con ella? No se sabe. Si lo que se juntase fuese basura “orgánica”, estaríamos resolviendo un 40 por ciento del problema y sabríamos qué se podría hacer con ella aquí, en la ciudad, sin jorobar a nuestros vecinos del conurbano, tirándoles nuestros restos.

 

Una perla más. No es noticia que para el gobierno de Macri no deberían existir las Comunas. Entonces las ignoran. Los nuevos contratos de la basura no son la excepción. Desconocen las funciones exclusivas comunales respecto del mantenimiento de las vías secundarias y también las funciones concurrentes de contralor, asignadas por la Constitución porteña. El cumplimiento de los contratos será fiscalizado por funcionarios del gobierno central. 

 

Pero no acaba ahí la cosa. Los contratos avanzan en disponer la creación de Observatorios de Higiene Urbana, a cargo de funcionarios comunales e integrado por vecinos y asociaciones de acuerdo con un registro que deberán llevar las Comunas. Todo un hallazgo de derecho administrativo. Un contrato entre el estado y empresas privadas está para los hombres del PRO por encima de la Constitución. ¡Quién lo hubiera dicho!