Gatillan frente a la cara de Cristina y el arma no dispara. Se transforma en magnicidio la efervescencia discursiva que alienta un proyecto político que destila odio al país y desprecio al pueblo que lo habita. No sólo tocaron a Cristina, dispararon en su cara. ¿Y el quilombo? Retórica que no repara en la necesidad de una contraofensiva política.
